16-03-2014
Perdido en mitad de la cabecera del valle del Lozoya, encontramos uno de los rincones más sobrecogedores de la sierra de Madrid. En las faldas de la cadena de la Cuerda Larga, en las proximidades del puerto de la Morcuera, nace el río del Aguilón, que lleva las aguas nivales de esta zona, a través de las barreras rocosas de El Purgatorio, a desembocar al Lozoya, cerca del Monasterio de El Paular. Esta excursión nos hará recorrer zonas pobladas de roble y pino hasta encajonarnos en el valle de granito, donde el agua salta para abrirse camino en las cascadas del Purgatorio.
Índice IBP: 81-HKG
Para retomar la actividad después de un invierno poco favorable, y de una leve apendicitis fortuita, elegimos esta suave y agradable ruta. Distancias cortas y poco desnivel, pedruscos donde los pequeños pueden trepar y desfogarse, lugares idílicos y tranquilos para la observación de las aves que pueblan nuestras montañas, suaves praderas donde descansar con una pequeña siesta, y disfrutar de las espectaculares vistas panorámicas del valle del Lozoya, y de las montañas nevadas que lo rodean, que podemos divisar desde casi cualquier punto, es lo que nos ofrece esta ruta apta para todos los niveles.
Comenzamos desde el aparcamiento del monasterio de Santa María del Paular, el sitio más próximo a la ruta, aunque suele estar bastante lleno. Justo al cruzar la carretera M-604 (que recorre todo el valle hasta el puerto de Cotos), encontramos una pista que cruza el río Lozoya por el Puente del Perdón, y nos adentra en el monte rodeando la finca del Batán.
Hay un pequeño sendero por el que se puede recorrer la finca, cerca de la tapia que discurre junto a la pista. Ambos caminos discurren paralelos hasta llegar al área recreativa de Las Presillas que, en verano, es un buen lugar para darse un refrescante chapuzón en las heladas aguas del Aguilón.
Continuamos por la pista durante unos tres kilómetros más, hasta encontrarnos con un giro cerrado a la izquierda.
Hasta ese momento, iremos disfrutando de unas fabulosas vistas de los conjuntos de montañas de la Cuerda Larga y Peñalara, al tiempo que ascendemos suavemente.
Por el camino, encontramos varios desvíos a los lados, que ignoramos. También se cruza un puente por encima del Aguilón. Tras este giro a izquierdas, situado en otra bifurcación, nos espera otro kilómetro más de pista y casi otro de sendero.
Este camino, poco transitado, aparece a la izquierda, y nos lleva de nuevo al río, justo donde sale del pequeño cañón.
Aquí cruzamos el río de nuevo, y podremos descansar en la pradera que rodea el puente. Para alcanzar las cascadas falta muy poco, menos de kilómetro y medio ascendiendo por un sendero que serpentea entre árboles y rocas, rodeado por una empinada pared de granito y una ladera de pinares, que nos indica que estamos ya situados a una buena altitud (casi unos 1.400 m.).
Los últimos metros ascienden por algunas piedras hasta el pequeño mirador, situado casi en la base de la segunda cascada, así que recomendamos llevar un calzado cómodo y apropiado para estos terrenos: botas ligeras, zapatillas de trail running, o como mínimo, unas deportivas, aunque con estas en primavera es posible mojarse ante la abundancia de agua en el terreno.
En el mirador podremos tomar un respiro antes de la bajada, y también admirar el arte y el capricho con el que la naturaleza se esculpe a sí misma.
Antes de iniciar el descenso, los más aventureros pueden avistar la cascada superior trepando por las rocas del margen derecho. Precaución porque tiene algunos puntos muy complicados con riesgo de caída. El descenso lo realizamos por el mismo sendero, hasta el puente donde cruzamos por segunda vez el río.
Aquí hay dos opciones que nos llevarán, de bajada, a la pista inicial, una por cada lado del río. Nosotros optamos por seguir por el margen derecho, atravesando una barrera de contención de ganado.
Este sendero, menos transitado, nos lleva directo, entre robles, de nuevo hasta Las Presillas, donde recorreremos el último kilómetro de vuelta por la pista donde comenzamos.
Hay un pequeño sendero por el que se puede recorrer la finca, cerca de la tapia que discurre junto a la pista. Ambos caminos discurren paralelos hasta llegar al área recreativa de Las Presillas que, en verano, es un buen lugar para darse un refrescante chapuzón en las heladas aguas del Aguilón.
Continuamos por la pista durante unos tres kilómetros más, hasta encontrarnos con un giro cerrado a la izquierda.
Por el camino, encontramos varios desvíos a los lados, que ignoramos. También se cruza un puente por encima del Aguilón. Tras este giro a izquierdas, situado en otra bifurcación, nos espera otro kilómetro más de pista y casi otro de sendero.
Aquí cruzamos el río de nuevo, y podremos descansar en la pradera que rodea el puente. Para alcanzar las cascadas falta muy poco, menos de kilómetro y medio ascendiendo por un sendero que serpentea entre árboles y rocas, rodeado por una empinada pared de granito y una ladera de pinares, que nos indica que estamos ya situados a una buena altitud (casi unos 1.400 m.).
Los últimos metros ascienden por algunas piedras hasta el pequeño mirador, situado casi en la base de la segunda cascada, así que recomendamos llevar un calzado cómodo y apropiado para estos terrenos: botas ligeras, zapatillas de trail running, o como mínimo, unas deportivas, aunque con estas en primavera es posible mojarse ante la abundancia de agua en el terreno.
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| Cascadas del Purgatorio |
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| Cascadas del Purgatorio |
Antes de iniciar el descenso, los más aventureros pueden avistar la cascada superior trepando por las rocas del margen derecho. Precaución porque tiene algunos puntos muy complicados con riesgo de caída. El descenso lo realizamos por el mismo sendero, hasta el puente donde cruzamos por segunda vez el río.
Este sendero, menos transitado, nos lleva directo, entre robles, de nuevo hasta Las Presillas, donde recorreremos el último kilómetro de vuelta por la pista donde comenzamos.
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| Las Presillas |
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