24-11-2013
Volvemos a recorrer el valle del Sestil del Maillo entre pinos, abedules y acebos, en busca del ambiente otoñal que nos brinda en estas fechas. Este recorrido fue el que nos sirvió de base, hace cosa de año y medio, para inventar la ruta que hicimos a lomos del tándem, aventurándonos en nuestros primeros pasos hacia el "mountain-tándem". La belleza de cada rincón, la nieve en las alturas y los pajarillos, que no se mudan de casa en invierno, nos acompañarán en esta travesía por una porción de paraíso en la sierra.
Índice IBP: 66-HKG, fiabilidad E
(el track se ha editado para corregir errores)
En esta época siempre es agradable recorrer el manto otoñal de esta ruta, con ese "olor a frío", que nos indica que estamos cerca de la cota de las primeras nieves del año. En esta ocasión, compartimos ruta con nuestros amigos Mafe, Pilar y Paco, con lo que disfrutamos de este tranquilo paraje, mientras que hacemos ejercicio en una caminata corta y agradable, apta para todas las edades y estados de forma física.
Para aparcar, elegimos el mismo sitio que la otra vez, a unos 3 kilómetros pasado el puerto de Canencia (subiendo desde Miraflores). Allí mismo, empezamos a andar por pista forestal, emprendiendo el ascenso por la ladera de pinos.
Enseguida, encontramos señales de esta fría mañana cuando rodeamos los charcos del camino, cubiertos con una gruesa capa de hielo. Por suerte, a la hora que nos encontramos caminando, la temperatura levanta un poco sobre cero y nos hace más llevadera la marcha. Mientras nos detenemos a observar los acebos que flanquean el camino, reparamos en unos pocos herrerillos capuchinos revoloteando alegremente entre las altas ramas sobre nuestras cabezas.
Alcanzamos el arroyo Sestil del Maillo en el pequeño paso de piedra.
Es en este punto, donde encontramos los colores del otoño en la vegetación que rodea el frío torrente de agua, así como algunos neveros remanentes de las primeras nevadas.
Tras un momento de descanso, ascendemos por la senda didáctica que nos lleva aguas arriba hasta la chorrera de Mojonavalle.
Aquí nos sorprende el estado de congelación en que se encuentra. Es como si toda la torrentera de agua, que habitualmente salta de piedra en piedra por la pared, se hubiera convertido en cristal, excepto pequeñas cantidades de agua, que luchan por aflorar entre los resquicios de la gran placa de hielo.
Finalizamos el ascenso hasta el albergue de El Hornillo, donde encontramos un buen refugio en su fachada Sur para poder comer tranquilamente al sol, resguardándonos del frío airecillo que corre por esta ladera. Tras este rato agradable riendo y reponiendo fuerzas y temperatura, comenzamos el descenso hasta el puerto, por la amplia pista que une este alto de Canencia (hacia la izquierda), con el de Morcuera (hacia la derecha). La bajada es suave, y enseguida llegamos a las praderas colindantes del puerto. Cruzamos la carretera, y continuamos del otro lado por la gran pista que se adentra en los pinares.
De aquí, bajamos de continuo, siempre por pista, hasta retornar al coche, suave al principio y un poco más empinado al final, con algún pequeño remanso llano en el camino. Vamos siguiendo la pista y, aproximadamente a un kilómetro, aparecen dos bifurcaciones casi seguidas, en las que giraremos en ambas por la de la izquierda. En esta bajada, van apareciendo periódicamente claros, en los que podremos divisar pequeñas panorámicas de la zona. Con el sol en posición invernal, es fácil sacar bonitas fotos a contraluz.
Podremos ver en esta bajada que esta zona, menos transitada, es un lugar tranquilo ideal en primavera y verano para avistar numerosas aves en los árboles que flanquean el camino, así como escuchar la actividad de algunos más esquivos (cucos, picapinos, etc.)
En el punto final surge la aventura...volvemos a cruzar el Sestil del Maillo, esta vez a la altura de un vado. Esta zona, por suerte, no es escarpada, y podemos encontrar en los alrededores del vado piedras por las que saltar a la otra orilla. Retomamos la pista para, unos metros más adelante, coincidir de nuevo con la carretera del puerto. Subiendo unos metros por la carretera (con precaución), encontraremos el punto de inicio de esta ruta.
Para aparcar, elegimos el mismo sitio que la otra vez, a unos 3 kilómetros pasado el puerto de Canencia (subiendo desde Miraflores). Allí mismo, empezamos a andar por pista forestal, emprendiendo el ascenso por la ladera de pinos.
Enseguida, encontramos señales de esta fría mañana cuando rodeamos los charcos del camino, cubiertos con una gruesa capa de hielo. Por suerte, a la hora que nos encontramos caminando, la temperatura levanta un poco sobre cero y nos hace más llevadera la marcha. Mientras nos detenemos a observar los acebos que flanquean el camino, reparamos en unos pocos herrerillos capuchinos revoloteando alegremente entre las altas ramas sobre nuestras cabezas.
Alcanzamos el arroyo Sestil del Maillo en el pequeño paso de piedra.
Arroyo Sestil del Maillo |
Tras un momento de descanso, ascendemos por la senda didáctica que nos lleva aguas arriba hasta la chorrera de Mojonavalle.
Aquí nos sorprende el estado de congelación en que se encuentra. Es como si toda la torrentera de agua, que habitualmente salta de piedra en piedra por la pared, se hubiera convertido en cristal, excepto pequeñas cantidades de agua, que luchan por aflorar entre los resquicios de la gran placa de hielo.
Chorrera de Mojonavalle |
Finalizamos el ascenso hasta el albergue de El Hornillo, donde encontramos un buen refugio en su fachada Sur para poder comer tranquilamente al sol, resguardándonos del frío airecillo que corre por esta ladera. Tras este rato agradable riendo y reponiendo fuerzas y temperatura, comenzamos el descenso hasta el puerto, por la amplia pista que une este alto de Canencia (hacia la izquierda), con el de Morcuera (hacia la derecha). La bajada es suave, y enseguida llegamos a las praderas colindantes del puerto. Cruzamos la carretera, y continuamos del otro lado por la gran pista que se adentra en los pinares.
De aquí, bajamos de continuo, siempre por pista, hasta retornar al coche, suave al principio y un poco más empinado al final, con algún pequeño remanso llano en el camino. Vamos siguiendo la pista y, aproximadamente a un kilómetro, aparecen dos bifurcaciones casi seguidas, en las que giraremos en ambas por la de la izquierda. En esta bajada, van apareciendo periódicamente claros, en los que podremos divisar pequeñas panorámicas de la zona. Con el sol en posición invernal, es fácil sacar bonitas fotos a contraluz.
Podremos ver en esta bajada que esta zona, menos transitada, es un lugar tranquilo ideal en primavera y verano para avistar numerosas aves en los árboles que flanquean el camino, así como escuchar la actividad de algunos más esquivos (cucos, picapinos, etc.)
En el punto final surge la aventura...volvemos a cruzar el Sestil del Maillo, esta vez a la altura de un vado. Esta zona, por suerte, no es escarpada, y podemos encontrar en los alrededores del vado piedras por las que saltar a la otra orilla. Retomamos la pista para, unos metros más adelante, coincidir de nuevo con la carretera del puerto. Subiendo unos metros por la carretera (con precaución), encontraremos el punto de inicio de esta ruta.